La cabaña (Relato de terror)

 


Julio se acababa de divorciar y decidió mudarse a un pequeño pueblo rodeado de bosques espesos.  Su mal humor constante solo se apaciguaba cuando estaba en soledad en medio de la naturaleza.
En el pueblo  había un único bar, que frecuentaban hombres solitarios y algún excursionista perdió.


El primer día en el pueblo, Julio fue al bar y escuchó una conversación entre dos ancianos que hablaban de una vieja cabaña abandonada en el bosque. Un lugar que nadie debería visitar.


No pudo evitar soltar una risa irónica, Julio era un hombre escéptico y descarado.


Uno de los ancianos, lo miró desafiante y le dijo que si quería la cabaña era suya, solo tenía que dormir allí esa noche. Julio no lo pensó ni un momento y acepto el reto.


La noche era más fría y oscura de lo habitual en esta fecha del año. Pero estaba decidido a pasar la noche en una antigua cabaña abandonada del bosque. Antes de partir del bar le advirtieron que aquel lugar estaba lleno de historias sobre espíritus y susurros inquietantes que provenían de la cabaña, pero no creía en esas tonterías.


Al entrar en la cabaña, sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero lo achacó al frío. Encendió una vela que había justo en la entrada y comenzó a explorar la cabaña, estaba llena de muebles polvorientos y ventanas rotas que dejaban entrar el viento helado. Después de un rato, decidió acostarse en una vieja cama que estaba en el rincón de la habitación principal.


Justo cuando estaba a punto de quedarse dormido, escuchó unos suaves pasos que se acercaban desde el pasillo. Se incorporó, tratando de descubrir quién, hacía el ruido, pero no había nadie. La vela parecía que se iba a apagar, su luz se tambaleaba y la habitación se llenó de un aire denso y frío. Sintió un susurro en su oído, susurros incomprensibles que lo llenaron de miedo.
Decidió levantarse y salir de la cabaña, pero la puerta estaba cerrada. Intentó forzarla, pero fue inútil, todo era como si estuviera atrapado en un mal sueño. Los susurros se volvieron más intensos y con tonos amenazantes, aunque seguía sin entenderlos.


De repente aparecieron unas sombras que se movían a su alrededor, tomando forma de garras negras de gran tamaño. La temperatura de la habitación bajó aún más, y su aliento se convertía en vapor frente a él.

En ese momento, una figura espectral se materializó, una figura que parecía haber sufrido innumerables torturas. Con ojos vacíos y una voz que helaba la sangre, la figura le gritó: "Tú no deberías haber entrado aquí".

Julio gritó y luchó por salir de la cabaña, pero las sombras lo envolvieron, mientras la terrorífica figura avanzaba hacia él. El pánico se apoderó de todo su cuerpo a la vez que se daba cuenta de que las historias sobre la cabaña abandonada eran más que cuentos de miedo. Ahora sabía que no volvería a salir de ese lugar maldito.

 

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